A continuación se reproducen algunos de los trabajos realizados por los alumnos del grupo comenius en la clase de lengua española. Gracias a todos ellos y en especial a los autores de las redacciones que aparecen en este Blog. Y gracias, cómo no a la profesora, Rosa Zazo por su colaboración.
Lunes, 17 de octubre del 2009
Hoy he empezado con mi nuevo trabajo, repartidor a domicilio de Carrefour, es decir, si un cliente hace una compra igual o superior a 150 € en nuestra empresa, puede solicitar que se lo lleven a casa, y uno de esos repartidores soy yo.
He conocido a mucha gente como Iker, Nerea, Janire y Gorka. Son mis nuevos compañeros de trabajo, y la verdad es que no he hablado mucho con ellos, excepto con Gorka que me ha preguntado muchas cosas: mi nombre, de dónde vengo, si mi familia había venido conmigo, cómo había venido, por qué y muchas cosas más. Me ha parecido un chico bastante majo. Los demás casi no se han acercado a mí, pero, bueno, ya estoy acostumbrado a ello, a que me miren raro por la calle y a algunas risas por mi color de piel. Se deberían fijar más en la personalidad de lo que lo hacen. Total, que hablando con Gorka, le he preguntado cuánto cobraba, a lo que me ha respondido que 1050 € más las propinas de los clientes. Lo curioso es que, por el mismo trabajo iba a cobrar 300 € más que yo y el jefe no le dijo que las propinas de los clientes había que devolverlas. Creo que el jefe la ha pagado conmigo, quién sabe por qué. Espero que sea porque soy nuevo y no porque soy diferente, si no mal empezamos.
A las dos y media me han llamado para llevarle la compra a un señor que me esperaba en la puerta de su portal. He montado en el coche y me he dirigido a la vivienda del cliente, me ha costado encontrarla, pero al fin lo he logrado. Justo al bajar del coche he cogido su compra del maletero, lo normal para una familia. Además tenía un jamón que ni he olido por mi religión. El señor me ha dado unos guantes para coger el jamón, ni que fuera a ensuciarlo, ¡por favor! Se lo he colocado todo en la cocina y me he ido de su casa, el hombre ni me ha despedido ni me ha dado las gracias, ni me ha dado propina. Yo en cambio, le deseo lo mejor y no le tengo ningún rencor.
A las ocho he terminado mi jornada de trabajo y para ir a casa he cogido un taxi. El taxista ha intentado dar más vuelta para ir a mi casa, pero por suerte le he corregido a tiempo y le he pagado lo justo. He subido a casa y me he puesto a escribir esto, ahora cenaré y me iré a la cama después de un día de trabajo nuevo.
Boniface
Autor: Einar Galilea
Diario de un misionero en India
Jueves, 15 de enero de 2005
Querido diario: hoy después de una dura jornada de trabajo en Chennai, hemos vuelto al campamento y he empezado a reflexionar y a pensar en que muchos de los niños en la iIndia, desaparecen en pueblos y capitales y sé que es para traficar con sus órganos o bien para el turismo sexual y prostitución.
El gobierno indio ha empezado a controlar a los misioneros como yo y para dar nuestra ayuda tenemos que presentar alguna documentación de “Cáritas”, del gobierno o avalada por los obispos.
Con impotencia, me despido de este día tan horrible…
(…)
Sábado 24 de enero de 2005
Esta mañana, nos hemos reunido con la organizadora de la ONG “Bachpan Bachao Andolan” (BBA). Lo que nos ha contado nos ha aterrorizado. Según ellos, cada año desaparecen unos 60 millones de niños y el precio está entre 9 y 40 euros. Es una cifra alarmante y se me llenan los ojos de lágrimas al pensar que unote esos tantos niños podría ser uno de mis sobrinos si hubiera nacido aquí.
Me despido de uno de los días más duros de mi estancia en este país
Autor: Endika Boo
Derechos Humanos - Racismo
Discriminado y marginado
Expulsado y aplastado
Apaleado y desterrado
Sin derechos ni opciones
Es aplastado sin condiciones
Por tiranos y Explotadores
Que suman riquezas a montones
Malparando a trabajadores
En campos de diamantes
Diamantes de sangre
Que para los ricos son colgantes
Y para los pobres, deber de una parte
He ahí la solución
La emigración
Que es la única solución
Ante esta situación
No es lo único el trabajo
En tierra desconocida
Porque ante todo puede caer bajo
En manos de un enemigo muy oído
El xenófobo, racista
Que apoya al líder nacionalsocialista
Ese hombre, tirano, dictador
Que movió las fichas a su favor
Hizo caer al humano en equivocada razón
Y partió el corazón
De judíos, homosexuales
Que mandó a campos de concentración
Han pasado muchos años
Y grupos neonazis organizan
Un segundo holocausto
Contra gente trabajadora por un pacto
Un pacto racista
Extremista sin razón
Que mata y aplasta al inmigrante trabajador
Por ser de fuera y de color
Autor: Luken Vigo
Devanando seda
Mi nombre es Pomabhai, tengo 12 anos, y vivo en la región de Karnataha, India. En mi ciudad puede haber unos 100.000 niños esclavos, que trabajan en el devanado y trenzado de seda, como yo.
Cuando tenía 8 anos mi padre, que trabaja de camarero en un hotel, pidió prestados 126 dólares para celebrar la boda de mi hermana mayor. Entonces, como no teníamos dinero para pagar la deuda, tuve que dejar la escuela para ponerme a trabajar. Aunque me hubiera gustado seguir con mis estudios, primero teníamos que comer.
El trabajo de un devanador de seda, consiste en meter las manos en agua hirviendo y palpar los capullos de seda, apreciando a través del tacto si los finos hilos de seda se han reblandecido lo suficiente como para ser devanados. Debido a la temperatura del agua, nuestras manos están blancas, llenas de heridas, quemaduras y ampollas difíciles de curar.
Trabajamos durante 12 horas al día, ganando 10 rupias como mucho, en lugares sofocantes, sin comida, bajo amenazas y abusos por parte de nuestros encargados. Si no llegamos a tiempo, estamos cansados o nos distraemos, el encargado nos castiga pegándonos con un palo. Además, cuando nos hacemos alguna herida y no podemos trabajar, no nos pagan ese día, ni nos facilitan las curas.
Muchos de nosotros, al terminar el trabajo, vivimos hacinados en habitaciones oscuras, húmedas y sin ventilación. Estas condiciones hacen que se contagien enfermedades como la tuberculosis y los trastornos intestinales con gran facilidad.
Los empresarios prefieren contratar niños como yo, no sólo por nuestros pequeños dedos adecuados a ese trabajo, sino también porque los adultos no están dispuestos a esa explotación.
Autora: María Cisneros
Un “Losiento”
Érase una vez un colegio a donde acudían todas las familias ricas y privilegiadas del barrio Baskerville de Perrunotown. Este colegio se llamaba Nuestra Señora de la Pura Raza y, como su nombre indica, sólo iban allí las familias de razas puras como Dálmatas, Golden Retievers, Lulú de Pomerians, etcétera.
Un buen día, a principios de curso, Tobby y Flafy se encontraban en las escaleras de la entrada del colegio. Todo parecía igual que cuando en verano dejaron el “Pura Raza” por las vacaciones, pero no sabían lo que les esperaba.
Transcurrían los días y Tobby y Flafy se hicieron los más populares de clase un año más; pero un día llegó a clase un “amigo” nuevo. Se llamaba Justin, y no era precisamente un perro de clase alta o de raza pero había conseguido ingresar en el “Pura Raza” mediante una beca. Justin era un perro sin raza definida, sus padres eran perros mezclados.
Esta nueva incorporación sorprendió a la pandilla de Toby y Flafy. Era imposible entrar en aquel colegio sin ser de una familia del barrio Baskerville. Cegados por la rabia, decidieron hacer algo al respecto.
-¡Hola Justin! Soy Tobby y él es Flafy.
-¡Hola!, dijo Justin tímidamente.
-Sabemos que eres nuevo y queremos que vengas con nosotros un día a conocer a gente e integrarte en Baskerville.
-Bien, gracias. Agradezco mucho que me ayudéis a integrarme- contestó el chico a Flafy y Toby.
-¡Guai! El sábado a las 10:00 en Guau Street. No faltes- dijo Tobby con seguridad.
Así Tobby y Flafy se ganaron la confianza del inocente Justin que solamente pretendía encajar.
Aquel sábado Justin fue puntual a su cita, pues no se esperaba que le fuera a pasar nada fuera de lo normal. Esa noche Tobby y Flafy presentaron a Justin por todo lo alto, bebieron leche en vez de agua, sabiendo que a esa edad no era legal.
Justin terminó esa noche como Amy Perrohouse en sus peores momentos. Nunca había tomado nada de leche y esa noche nunca la olvidaría, y no por ser un grato recuerdo, no.
El lunes por la mañana, Tobby estuvo cantando lo “amables” que habían sido con Justin y todo lo ocurrido, a Breath, la perrita de sus ojos. Ella con una sonrisa forzada, asentía a las malvadas anécdotas que le contaba Tobby.
Pasaba el tiempo y Breath seguía ignorando los intentos de comunicación de Tobby y decidió acercarse a Justin. Le parecía un buen macho y le atraía, era exótico, fuera de lo normal. Hablaban mucho, eso hizo que se acercaran e hicieron buenas migas.
El siguiente sábado del mes, Breath le invitó a pasar la noche con ella y quedaron a la misma hora, en el mismo sitio, a las 10:00 en Guau Street.
Autora Olatz Arizmendi
UNA FAMILIA FELIZ
Lunes, 8 de marzo de 2010
Querido diario:
Hoy ha vuelto a pasar de nuevo. Papá ha vuelto a pegar a mamá otra vez. Esta vez, mamá estaba preocupada porque papá no llegaba a casa y la cena se le estaba enfriando. Ella, como casi siempre, había salido a las cinco del trabajo y había venido a la salida del colegio para recogerme. Después, hemos llegado a casa y se ha puesto a hacer tareas, como pasar la aspiradora y hacer la colada. Alrededor de las nueve, me ha llamado para que fuera a cenar. Me ha dicho que ha preparado la cena con mucho cariño, así que yo me la he comido sin rechistar. Más tarde, cuando yo he ido a mi habitación para acabar los deberes que mi profesora me había mandado, he oído que mi papá entraba por la puerta. Mamá ha ido a donde él y los dos han empezado a hablar. Ella le ha preguntado dónde había estado. Papá le ha dicho que en un bar con unos amigos del trabajo. Mamá se ha enfadado, porque ella había estado toda la tarde en casa haciendo tareas y cuidándome, pero papá se ha enfadado aún más y le ha dicho que él podía pasar toda la tarde con los amigos si quería. Entonces le ha pegado. Yo estaba mirando desde la puerta de mi habitación y lo he visto, aunque ninguno se ha dado cuenta. Si hubiera sido más valiente, habría salido de mi habitación y le habría preguntado a papá por qué había pegado a mamá, pero he tenido miedo, mucho miedo, y he vuelto a cerrar la puerta.
Siempre había soñado con tener una familia feliz. Antes, papá y mamá me llevaban al parque y yo jugaba con los demás niños mientras ellos se sentaban tranquilos en un banco. Antes, papá y mamá jugaban conmigo en casa después del colegio con los juegos de mesa que los abuelos me regalaron por Navidad y, después de cenar, veíamos juntos la tele o leíamos los tres un libro en la sala hasta que me decían que era la hora de ir a la cama. Antes, cuando los sábados por la mañana tenía partido de fútbol, papá y mamá venían a verme y me animaban más que nadie. Antes estábamos siempre unidos y nada parecía imposible. Pero ahora no, ahora no es así. No sé exactamente desde cuándo, pero ahora no somos la familia que éramos. Ahora, papá me da miedo, y mamá cada día está más triste. Hace dos días la oí llorar en su cuarto y yo entré y le pregunté qué le pasaba, pero ella me dijo que no era nada importante. Yo no me lo creo, no me creo que no sea nada importante, porque papá, mamá y yo, nuestra familia, ya no sigue unida. Creo que mamá lo está pasando mal, pero no sé lo que puedo hacer yo.
Hoy mi profesora nos ha dicho que es el día de la mujer trabajadora, un día en el que se reivindican los derechos de la mujer y en el que se lucha por la igualdad entre los dos sexos. Yo creo que mamá es muy trabajadora, porque trata de sacarnos adelante y siempre está ahí cuando lo necesito. La quiero mucho. También creo que si este día fuera para una mamá en especial, sería para la mía.
Tuyo, Miguel
Autora: Edurne Ruiz
Nashir Abdhul
Me llamo Nashir Abdhul y soy marroquí, de padres congoleños de los cuales heredé el oscuro color de mi piel. Estoy escribiendo desde la celda que mi amo llama habitación. Para que lo entendáis mejor, os voy a contar la historia desde el principio.
Tenía ya 35 años cuando por fin había ahorrado el dinero necesario. Me había costado el sudor de veinte años en una fábrica de zapatillas para blancos, donde ya había empezado a sentir mi libertas privada, pero había merecido la pena: tenía lo que necesitaba según mis compañeros, al otro lado, me refiero al otro lado del vasto mar, se encontraba la tierra de la libertad, la tierra de la igualdad, la tierra de las oportunidades, España. En las condiciones en las que vivíamos, después de oír aquello, cómo no, todos queríamos ir. Ese era mi propósito.
Cuando ahorré lo suficiente, me monté en un artilugio que creo que se llama avión, y comencé mi viaje. Mi avión aterrizó en el aeropuerto de Madrid y he aquí mi sorpresa cuando me bajé y vi de frente a un hombre que sostenía un cartel que decía lo siguiente: “Busco inmigrantes que no tengan dónde vivir para darles una buena vida”. Yo era inmigrante, estaba en España, pero no tenía dónde quedarme a vivir, y claro, ¡merecía una buena vida! Sin pensarlo dos veces, algo de lo que ahora me arrepiento, acudí a ese hombre. Esperamos a que se nos juntaran más, montamos en un coche y llegamos a un sitio que me imaginé que sería nuestra nueva vida.
Era la persona más feliz del mundo, sí, indudablemente lo era, o, ¿a lo mejor no? Cuando entramos se me cayó el mundo encima, no hay palabras para describir lo que yo vi allí. Había muchachas de no más de trece años ejerciendo la prostitución, hombres (sé que suena mal que yo lo diga), trabajando como lo que eran, negros, mujeres de perrito faldero de otras con más dinero. Todos ellos de tez oscura. El hombre del que iba acompañado cambió inmediatamente de semblante, sacó una fusta, nos golpeó y nos empezó a mandar. “Tú, te vienes conmigo. Tienes suerte de que te haya tocado el amo”. Se refería a mí. Amo, ¿qué sería aquello? Enseguida lo descubrí. Era un hombre al que tenía que servir día y noche. Fuera lo que fuera, y tenía que atender a sus necesidades por muy duras que fueran.
Todo esto lo hice acompañado de una mujer, muy bella por cierto, llamada Sulaah. Era argelina, y había dejado en el camino a un marido y dos hijos. Nos hicimos muy amigos ya que sólo nos teníamos el uno al otro.
Como he mencionado anteriormente, me encuentro en una celda-habitación. Según el amo, esto es un lujo para nosotros, pero en realidad no lo es. Es una sala con cuatro paredes mohosas y agrietadas, un techo medio caído y un suelo lleno de humedad. Estoy rodeado de otras diez personas. Como cama tenemos unas tablas. Eso es todo. Ahora valorad vosotros si esto es suficiente.
Mis planes son escapar de este lugar, acompañado de Sulaah a poder ser y a ver lo que surge, denunciar la situación que viví e intentar abolir en todo el mundo la esclavitud que yo sufrí. Si lo consigo, seré conocido, si no os pido un favor: contad mi historia al mundo, ya que espero que mi nombre quede grabado para la posteridad.
Nashir Abdhul
Autor: Yeray Vado
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